Roma
- Miguel Zapata-Ros
- 13 jun 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 jun 2024

Fragmento del capitulo "Roma".
Aurelio Quintilo tiene una mala mañana. Él diría que las cosas están muy jodidas. Desde que ocupa hace cinco años el negociado de relaciones con las gens para la leva del Imperium en la Praefectura Pretoria, nunca han estado así. En el comienzo ya era complicado con la guerra de Partia. Pero ahora se ha sumado la rebelión en Britania y tiene que organizar nuevas tandas de levas. Por si fuera poco, a esto se ha añadido un negociado que, debido a su pequeño tamaño cuando se organizó, no sabían a quién adjudicarlo en el negociado de gestión de prisiones para los ciudadanos romanos en colonias. Una nueva competencia adjudicada a la Praefectura Pretoria. Se trata del departamento que entiende en materia de procesos de apelación en casos extraordinarios, los que rebasan la competencia de los tribunales locales en todo el Imperium. Por lo general son casos que tienen que ver con ciudadanos romanos en las colonias y municipios. Procesos que ahora se han complicado con el gran número de conflictos que hay con las autoridades autóctonas. Todos ellos en relación con ciudadanos para los cuales no tienen competencias. Un caso de este tipo le acaba de llegar. Se trata de un judío. Pero con la complicación de que tiene una ciudadanía romana muy antigua y consolidada. Sus familiares y amigos tienen poderosas influencias en la urbe. Pero no es eso lo peor, piensa mientras por una rendija de los cortinones observa la figura enjuta, renegrida y diminuta del hebreo, entre dos guardias robustos. Lo peor es que el joven de los Rubellius, que además está protegido por Agripina, la madre del Imperator Caesar Pontifex Maximus ¡nada menos!, se ha interesado por este judío de mierda.
- A ver, guardia - dice dirigiéndose al miembro de la cohorte urbana más cercano a él - que pase el reo.
Paulus es empujado de forma deliberadamente desconsiderada a la dependencia de Quintilo. No lleva grilletes atendiendo a su condición de ciudadano, pero la cara demacrada y la ropa sucia y maloliente, así como la barba sin cuidar de largo tiempo y las ojeras, hacen ver que durante un largo periodo ha estado en una situación de penuria. A estas alturas su ánimo debía haber decaído. Pero la mirada baja y pensativa que tenía en la antesala ha desaparecido para dar paso a un peculiar brillo de sus pequeños y hundidos ojos.
- A ver, Paulus. Te llamas así ¿no? ¿Estás bien? - dice y, sin esperar respuesta, dirigiéndose al guardia exclama - ¡Urbano! Trae agua para nuestro invitado .
» Bueno, conozco tu origen y estatus. Tu familia es considerada por sus excelentes servicios al pueblo de Roma. Ha sido en más de una ocasión y muy valiosos - dice, mientras va examinando con estudiada calma los pergaminos que tiene delante en la mesa. Los mismos que ha estado leyendo concienzudamente antes - Espero que no desmerezcas ahora de esa tradición familiar con una actitud poco considerada para con Roma ¿Me entiendes, ciudadano?
...
Puede continuar su lectura en el libro Brisa, de Miguel Zapata Ros, o esperar a la publicación de la novela en breve.
Comments